lunes, 27 de octubre de 2014

El cuento chino del mamut emperador

En 1858 el eminente paleontólogo Joseph Leidy describió unos restos de mamut encontrados en el río Niobrara (Nebraska, EUA) y como era la costumbre de la época, los asignó a una nueva especie. El nuevo mamut fue "bautizado" con un nombre épico y poderoso: Elephas imperator, el elefante emperador. Y durante mucho tiempo, el nombre permaneció sin ser perturbado, hasta que se re-nombró como Mammuthus.

Joseph "el guapo" Leidy, tal y como era en 1870. Fotografía de Gilbert Studios, Filadelfia.

Los que se atrevían a juzgar su validez se encontraban cara a cara con la horda de zombifans (profesionales y amateurs) del trompudo emperador. Esta legión de defensores en realidad lo defendían por razones muy mundanas. Es que era famoso y lo dibujaban por todos lados, tenía un nombre demasiado cool como para sinonimizarlo con otro más "feo" y porque su edad no estaba clara. Así es, pecaminoso como pudiera ser, se armaban tremendos debates sin siquiera tener una fecha asignada a los restos. ¿Esto qué? Bueno, pues que sin el rango temporal, de poco sirve hacer comparaciones morfológicas con otros trompudos norteamericanos. Quedaba claro que era un mamut (del género Mammuthus), pero no quedaba claro de cuándo a cuándo vivió.

El poderoso "mamut emperador" a punto de hacer puré de gatito, por el fantabuloso artista Zdeněk Burian.

Todo esto cambió cuando dos trabajos con ópticas independientes trabajaron el problema. El primero es el de Bell y colaboradores del 2004, donde se establecen las edades de mamíferos norteamericanas (NALMAs) considerando desde el Cretácico tardío, hasta el Holoceno. Estos autores indicaron que (contrario a lo que otros decían sin los pelos del mamut a mano), los mamutes ingresaron a Norteamérica hasta el Irvingtoniano, hace unos 1.55 millones de años. Por ello, el mamut emperador no pudo haber habitado Norteamérica durante el Plioceno (lo siento Wikipedia, para variar estás mal). 

Con fecha de 27 de Octubre de 2014, Wikipedia muestra esta mala información. Lectores, desconfíen de ese sitio y úsenlo bajo riesgo propio. PS. si lo ven modificado después, de nada.

La otra fuente de la perdición del trompudo es un estudio publicado en 2003 (y otro del 2005) por el mayor estudioso de proboscídeos de Norteamérica, Larry D. Agenbroad. En este estudio se re-visita el caso de las edades de mamutes y se vuelve a asignar al mamut emperador como un sinónimo de Mammuthus columbi, el mamut columbino. El primero en intentar asesinar al emperador fue V. J. Maglio, quién en 1973 hizo un estudio dental del soberano. Sin embargo, Maglio tuvo misericordia y lo colocó en dos formas, una "primitiva" y otra "avanzada". Y aunque Maglio en realidad exterminó el nombre, diciendo que los primitivos eran M. meridionalis y los avanzados M. columbi, pocos escucharon esta parte. Por lo que se alega que M. imperator es del Irvingtoniano (Pleistoceno medio), mientras que el M. columbi es del Rancholabreano (Pleistoceno tardío), pero en realidad el famoso mamut emperador usado como referencia morfológica es el de Rancho La Brea (California, EUA), que es de una edad rancholabreana (oops).

Esculturas de mamutes en Rancho La Brea, Los Ángeles, California. Foto tomada de este sitio.

Se dice que M. imperator y M. columbi coexistieron y claro que lo hicieron, ¡si son la misma especie! Otra fuente de chisme es que los emperadores eran gigantescos, mientras que los columbinos eran más pequeños... Esto es parcialmente cierto, pero resulta que el material original de imperator son dientes aislados y fragmentarios, por lo que es difícil saber si en realidad era muy grande (al menos el holotipo). Lo que pasó es que individuos posteriormente descubiertos se asignaron a imperator y de ahí surgió la mega-talla. La leyenda final cuenta que las defensas del emperador se traslapan, mientras que las del columbino no. Bueno, si consideras a los machos viejos como emperadores y a las hembras y machos jóvenes como columbinos podría uno tener razón. Pero así no funcionan las especies, no asignamos machos viejos a una y a los demás a otra. Y recordemos, sólo los M. columbi gigantes han sido asignados a M. imperator, algo erróneo en todo sentido.

Y bueno, ahora les dejo la mejor reconstrucción que existe (según mi mísero criterio) de Mammuthus columbi, el verdadero emperador del Pleistoceno norteamericano. Fantabuloso arte de Sergio de la Rosa.


De esta discusión se desprenden las siguientes conclusiones:
- Mammuthus imperator es un nombre no válido.
- M. imperator representa individuos viejos de Mammuthus columbi.
- M. columbi entonces tiene una distribución temporal que va del Irvigntoniano al Rancholabreano (Pleistoceno medio a tardío de Norteamérica).

Espero que el tema les haya gustado. No olviden compartir el blog entre sus amistades y en donde les plazca. Y recuerden, este espacio es para ustedes, dejen un comentario.


FUENTES:

- Leidy, J. (1858). «Notices of remains of extinct vertebrata, from the Valley of the Niobrara River, collected during the Exploring Expedition of 1857, in Nebraska under the command of Lieut. G.K. Warren, U.S. Top. Eng. By F.V. Hayden, Geologist to the Expedition.». Proceedings of the Academy of Natural Sciences,Philadelphia 10: pp. 20–29.

- Agenbroad, L. D., 2003 - New absolute dates and comparisons for California’s Mammuthus exilis - in: Reumer, J.W.F., De Vos, J. & Mol, D. (eds.) - ADVANCES IN MAMMOTH RESEARCH (Proceedings of the Second International Mammoth Conference, Rotterdam, May 16-20 1999) - DEINSEA 9: 1-16 [ISSN 0923-9308] Published 24 May 2003.

- Bell, C. J., Lundelius Jr., E. L., Barnosky, A. D., Graham, R. W., Lindsay, E. H., Ruez Jr., D. R., Semken Jr., H. A., Webb, S. D. y Zakrzewsky, R. J. 2004. Chapter 7: The Blancan, Irvingtonian and Rancholabrean Mammal Ages. En M. O. Woodburne (ed.), Late Cretaceous and Cenozoic mammals of North America: Biostratigraphy and Geocronology. Columbia University Press. New York, U.S.A. 319pp.

- Agenbroad, L. D. (2005). North American proboscideans: Mammoths: The state of knowledge, 2003. Quaternary International, 126, 73-92.


sábado, 25 de octubre de 2014

El actualismo biológico

¿Qué es esa cosa? Bueno, es un principio que indica que los procesos que se llevan a cabo en el presente, han actuado también en el pasado, en referencia a las criaturas vivas. Esto significa que si hoy, los organismos llevan a cabo ciertas funciones, en el pasado también se llevaron a cabo estos procesos. Aquí, la palabra clave es "proceso". Si hoy, los animales respiran y se reproducen, es casi seguro que en el pasado también lo hicieran.

Un par de sapos apareándose. ¿Esto habrá ocurrido en el Cretácico? Podemos estar casi 100% seguros. Fotografía de H. Krisp.

Pero ¿qué hay de otros casos como el comportamiento? Como la palabra principio indica, esta no es una regla, por lo que no se cumple con cabalidad todo el tiempo. En el caso de los procesos que están relacionados a la vida (metabolismo, reproducción, homeostasis, etc.) es evidente que éstos operaron. Pero en el caso del comportamiento, la línea se hace más difusa. La decepcionante realidad para un fan de la prehistoria es que, los paleontólogos sabemos muy, muy poco de comportamiento y de la aplicabilidad del actualismo en el registro fósil. El principio tiene un gradiente de "seguridad", veamos.

La flecha de la seguridad de conocimiento se difumina en esa dirección. ¿Podemos saber si un camélido extinto comía? Estamos muy seguros de ello. ¿Podemos saber cómo era su apariencia? En realidad no podemos estar muy seguros. ¿Y qué hay del comportamiento, podemos estar seguros si los machos se peleaban como los guanacos modernos? No, en realidad no podemos estar seguros.

¿Cómo aplicar adecuadamente el actualismo? El primer paso es tomar en cuenta el gradiente, entre más cerca de la punta de la flecha, más escepticismo debemos ejercer. El segundo paso es saber distinguir entre una hipótesis y una conjetura. Una hipótesis científica puede ser descartada con evidencias, una conjetura no. En un ambiente ideal, los paleontólogos no conjeturan, hipotetizan. Si no lo hiciéramos así, no habría nada que nos distinguiera de un aficionado. El tercer paso es coger con pinzas (de relojero) las hipótesis de paleoetología, especialmente aquellas que tienen infiltradas ideas preconcebidas.

Éstas reglas (y las del párrafo anterior) son las únicas útiles. El actualismo biológico no es una regla, es una guía.

Una de las reglas de la ciencia es no hacerla preconcibiendo algo desde el principio. Les pondré un ejemplo. Supongamos que tenemos dos especies de las que queremos conocer su uso de hábitat. Tradicionalmente se considera a una de esas especies de bosques y a la otra de praderas. Listo, ¿nos marchamos con esa idea preconcebida? No. Tenemos que corroborarlo. Pero tengamos en cuenta que en ciencia, una hipótesis NO es inocente (verdadera) hasta que se demuestre lo contrario, la ciencia no es una corte judicial. En ciencia somos malvados y consideramos a las hipótesis culpables (falsas) hasta demostrar lo contrario. De no ser así, cualquier idea podría hacerse pasar por ciencia.


...Próximamente. ¿Eran los dromeosaurios y félidos dientes de sable gregarios?


martes, 21 de octubre de 2014

El problema con los nombres

Nuestra especie es rarísima entre los animales modernos, somos de los pocos que usamos una combinación específica de sonidos para referirnos a entidades que existen. Estos sonidos se conocen como "nombres". Y vaya que nos gusta dar nombre a las cosas. Nombramos lugares, constructos humanos, fenómenos, plantas y animales e incluso ¡cosas que no existen!

Le damos nombre a todo, hasta a cosas que no "existen" en la realidad palpable, como los sueños o las emociones. Esta obra del artista Carlos Henrique Reinesch se titula "una botella de sueños", algo empíricamente imposible que exista.

Nuestra pasión por los nombres es interesante, pero a veces resulta en una confusión terrible. Y es que, olvidándonos aún del caos producido por los idiomas y los dialectos; las cosas a veces tienen nombres diferentes en distintos lugares. Pero como no soy lingüista, sólo me centraré en este problema con foco en los organismos vivos (y específicamente a animales, pues de botánico tengo lo mismo que de astrónomo).

Ni siquiera nos podemos decir "hola" de la misma forma en diferentes idiomas (con excepciones desde luego), ¿qué les espera a los nombres de las criaturas? Imagen robada tomada de aquí.

Y es que los nombres comunes son harto variados. Podemos decir "león" y estarnos refiriendo a la especie Panthera leo o a Puma concolor y si nos adentramos en el pasado podríamos estar hablando de Panthera atrox o Panthera spelaea. Y si decimos "búfalo", bien podríamos estarnos refiriendo a los géneros Syncerus, Bubalus o Bison; todo depende del contexto regional. 

Leones... de izquierda a derecha y de arriba a abajo: león (león de lo que se dice león leónido Leonidas, el mero mero, Panthera leo), león americano (o séase, un Puma concolor), león americano 2.0 (el mandamás del Pleistoceno, Panthera atrox) y el león cavernario (Panthera spelaea). Arte por Ltshears, Tony Hisgett, Sergio de la Rosa y Roman Uchytel, respectivamente.

Entonces ¿cómo solucionamos menudo problema? Bueno, en realidad quedó solucionado desde 1758. En esa fecha, un brillante naturalista llamado Carl Von Linné (conocido simplemente como Linneo) tomó las diferentes propuestas existentes de nomenclatura y elaboró una más completa y tan elegante que aún la usamos: la nomenclatura binomial, conocida por algunos simplemente como los "nombres científicos". 

Como ya todos estamos acostumbrados al Linneo mayor, les dejo esta pintura de Hendrik Hollander, de cuando el héroe de los nombres científicos era joven.

Gracias a ellos podemos comunicarnos y saber «específicamente» (chiste a drede) a qué criatura nos estamos refiriendo. Y esto aplica sin importar la barrera de la diferencia de idioma. Gracias Don Linneo, gracias.


sábado, 11 de octubre de 2014

El dichoso paleoambiente y cómo reconstruirlo

Para empezar, digamos qué es esa cosa. Se trata de un ambiente antiguo...



Por ambiente podemos entender varias cosas, pero cuando nos referimos al paleoambiente, estamos hablando principalmente del tipo de clima y vegetación.

Paleoambiente del Jurásico. Pocos artistas exploran el paleoarte del paleoambiente, pues no es nada fácil retratarlo y es poco popular, pues casi todos quieren ver dinosaurios matándose. Esta magnífica obra es del amo del paisaje prehistórico, Douglas Henderson.

La fauna es otro componente paleoambiental, pero se suele mantener y estudiar bajo el componente "paleobiota" (que incluye otras criaturas como plantas, hongos, bacterias y otros) o en su propio grupo, la "paleofauna".

Parte de la paleofauna de Somosaguas, yacimiento ubicado en Madrid que data del Mioceno. Arte por Sergio Pérez.

En fin, la información acerca del paleoambiente no nos llegó de forma completa (no hay postales o fotografías jurásicas) y por ello, los paleontólogos "reconstruyen" paleoambientes usando diferentes estrategias, veamos.

1. Microfósiles. 

Los fósiles microscópicos incluyen exoesqueletos de bichos acuáticos como cocolitofóridos, radiolarios, foraminíferos, diatomeas, entre otros. Éstas minúsculas criaturas vivieron (y viven) en el océano y en las aguas continentales. Pero resulta que no viven así a lo tonto, por doquier, sino que son bastante selectivos de su ambiente. Ésta selectividad hace que al estudiar los microfósiles podamos saber cómo era el ambiente en el pasado e incluso, saber también cómo ha ido evolucionando (pero dejemos eso para otro tema).

Diatomeas marinas del Plio-Pleistoceno de Nueva Zelanda. Estas pequeñas algas son muy útiles en la reconstrucción de paleoambientes. Figura tomada de aquí.

Otros microfósiles muy comúnmente usados en reconstrucciones paleoambientales son los palinomorfos, que incluyen esporas y polen. Estos pequeñines son producidos por las plantas y a pesar de que no parezca, cada especie produce formas distintas e identificables. Gracias a esto, podemos saber cómo era la estructura de la vegetación de un lugar dado; pero sabemos que las plantas no se distribuyen aleatoriamente, no hay (de forma natural) plantas tropicales en la gélida tundra. Por esto, el estudio de los palinomorfos también nos revela el tipo de clima.

Microfotografías electrónicas de granos de polen pleistocénico de Norteamérica. Fotografía tomada de aquí.

2. Geoquímica. 

La química de las rocas la podemos agrupar en: química isotópica y química elemental/molecular. En el primer tipo, encontramos los análisis en los que se sondean las proporciones de diferentes formas isotópicas para indagar parámetros específicos como la temperatura y la precipitación.

Ciclo del agua con cuestiones isotópicas involucradas. Imagen tomada de esta fuente.

Pongamos de ejemplo la temperatura. ¿Cómo es posible que los paleoclimatólogos puedan saber las temperaturas del pasado? Bueno, existe un par de isótopos que están ligados a la temperatura, el oxígeno 18 y el oxígeno 16. Ambos son estables, por lo que hace millones de años seguían siendo oxígeno y ambos tipos, se integraban (e integran) de forma normal en las moléculas de agua (recuerde que cada una tiene un átomo de oxígeno y dos de hidrógeno). Los números 16 y 18 atienden a la cantidad de neutrones en el núcleo de esos átomos y dado que estas partículas tienen masa, los átomos tienen diferencias de "peso", por eso les decimos pesado al 18 y ligero al 16. Éstas diferencias de masa no se borran cuando se forman moléculas, sino que permanecen. Por ello el agua hecha con oxígeno 18 es sutilmente más pesada que el agua hecha con el oxígeno 16. ¿Y eso qué? Bueno, pues el agua "ligera" es más fácil de evaporar, pues requiere de menos energía para excitar la molécula. O sea que el agua de zonas cálidas tiene una proporción de oxígeno "cargada" hacia la forma pesada, mientras que el agua de zonas frías tiene una proporción más equilibrada.

Dinámica de los tipos de oxígeno descritos en el párrafo anterior. Imagen tomada de esta página.

Estas proporciones no son aleatorias y revelan, con lujo de detalle las temperaturas, incluso, las del pasado. Y así hay otros ejemplos con isótopos, pero también con química no isotópica. Las proporciones elmentales revelan condiciones áridas o húmedas, los productos de descomposición de arcillas del suelo revelan tipos de clima, etc.

3. Las rocas. 

Dado que los procesos abióticos del presente, se desarrollaron también en el pasado, el estudio de las rocas nos puede decir mucho sobre las condiciones en las que éstas se generaron. Las rocas ígneas extrusivas y las sedimentarias nos dicen mucho del paleoambiente, mientras que las rocas ígneas intrusivas y las metamórficas, nos dicen más sobre el interior del planeta.

Esquema del ciclo de las rocas. Imagen tomada de aquí.

El estudio de las rocas sedimentarias es el que más información del pasado aporta. Este estudio se divide atendiendo al objeto a examinar. Cuando revisamos el orden de generación de los estratos y su relación con otros, estamos dentro del campo de acción de la estratigrafía. Cuando estudiamos los clastos (partículas rocosas) de un estrato, estamos indagando en la sedimentología. Y así, dependiendo de qué estudiemos de las rocas, obtendremos información como: el tipo de ambiente sedimentario (lago, río, laguna, costa, delta, etc.), el tipo de corriente (única, múltiple, subaérea, submarina, etc.), su orientación (norte-sur, sur-norte, etc.) su energía (alta, media, baja), su inclinación (en grados), etcétera. Por ello, el estudio de las rocas (aún sin fósiles), nos revela mucho del pasado de la tierra. 

Las reconstrucciones paleoambientales se pueden llevar a cabo estudiando sólo las rocas. Esta es del Cenomaniano (Cretácico). A la izquierda aparece una columna estratigráfica y a la derecha, distintas reconstrucciones, basadas en las diferencias de litología observada en la columna. Imagen tomada de este artículo.

4. Los animales. 

A todos nos queda más o menos claro que las criaturas no tienen distribuciones naturales aleatorias. No nos toparemos con pingüinos en España, osos polares en Argentina, elefantes en México, bisontes en Australia, camellos en Estados Unidos, etcétera. Pero si llevamos esta observación unos pasos más, podemos desarrollar modelos climáticos que nos digan cómo era el clima según los mamíferos que los habitaron.

Un modelo bioclimático relativamente reciente permite indagar en el pasado a este nivel de resolución de biomas. Tabla tomada de este artículo científico.

Y si vemos esto desde otro enfoque, notaremos que los animales vegetarianos tienen dietas según su tipo de hábitat; por lo que el estudiar sus dietas, es estudiar indirectamente sus paleoambientes. Y si nos topamos con la época más reciente (el Pleistoceno), podemos estudiar a sus microvertebrados (especialmente a aquellas especies que hayan sobrevivido hasta hoy) y sus preferencias de hábitat, para indagar indirectamente sobre sus paleoambientes. Estas formas de acceder al paleoambiente mediante animales, es particularmente útil en los últimos 3 millones de años, con criaturas y ambientes más antiguos, estos estudios apenas están empezando a ser usados, pero ya hay alguna información al respecto. 

Los microvertebrados (ratones y una serpiente en esta imagen) son muy útiles para reconstruir el paleoambiente. Esta imagen fue tomada de este artículo científico.

5. Viaje en el tiempo. 

Los científicos del gran colisionador han conseguido el año pasado, en conjunto con la NASA y la Unión Espacial Europea, el enviar a los primeros hombres en uno de los primeros viajes en el tiempo. Ésta expedición ha conseguido recuperar pocas muestras de trilobites del género nuevo Credulops sp. y un par de fotografías del paisaje costero del Carbonífero de Gales. Y desde luego, éste método de reconstrucción paleoambiental no existe, espero no haya caído en las mentiras de éste ultimo punto. 

Disculpas muchachos... no pude evitarlo. Trollsaurio tomado de acá.

Así que (con excepción del úlimo punto) tenemos diferentes opciones de reconstruir los ambientes del pasado. Algunas estrategias son más complejas que otras y desde luego, no están excentas de fallos y huecos, pero son las mejores (y verdaderas) máquinas del tiempo de las que disponemos.

domingo, 5 de octubre de 2014

Midiendo con la misma vara, problemas morfométricos en paleontología

En un tema pasado vimos cuáles son los demonios que asechan los sueños de los morfólogos. En esta ocasión, daremos un paseo por las pesadillas de los morfómetras, los estudiosos de las medidas.

Medir cosas es parte fundamental del quehacer científico. Los hombres y mujeres de ciencia miden espectros de luz de las estrellas, cantidades de isótopos radioactivos en las rocas, el número de células blancas en la sangre, entre otras cosas. Ya algún pensador había dicho que la ciencia sin matemáticas no es ciencia. Y aunque no es un pensamiento que a muchos les agrade, es muy cierto. Hasta los aspectos descriptivos, como la morfología, tienen base el número de individuos con los que se compara.

Medir es parte de la labor de cualquier biólogo que estudie animales, ya sean extintos o modernos como este pez. Fotografía tomada de aquí.

Pero, ¿las medidas lo resuelven todo en la vida? Al parecer, no. Pues hay factores que perjudican el sagrado arte de medir. Veamos.


1. Tamaño de muestra.

Cual corolario de un ecólogo estrecho, el tamaño de las muestras influye el análisis de los datos. Entre mayor sea, más fidelidad se tiene... Pero esto tiene sus detalles. Muchos ni siquiera saben por qué se estudian muestras grandes. Resulta que una muestra grande tiene más probabilidad de representar a los individuos "promedio" de una población dada. Y dependiendo de qué se muestree y cómo, así debería permitirse/elegirse el tamaño muestral, no como una función de un número mágico que se tiene que alcanzar/sobrepasar. En el caso del registro fósil, casi todos los yacimientos nos hacen el "favor" de preservarnos los restos de aquellos individuos "promedio". En una muestra fósil común, no están ampliamente representados los muy jóvenes, los muy viejos o los deformes. Por esta razón, los paleontólogos usamos tamaños de muestra menores que los que usarían los ecólogos, pues ya tenemos "pre seleccionada" la muestra.

Con tamaños de muestra "pre seleccionados", los paleontólogos pueden darse el "lujo" de describir especies con un único espécimen. En la foto vemos al representante de la especie Microraptor gui, el holotipo IVPP V 13352.


2. Precisión.

Para medir algo, hay que hacerlo de forma precisa. Para ello, se requieren instrumentos especiales. Todos ellos tienen un rango de precisión que indica su rango de error. En el caso de la medición de restos fósiles, el instrumento más común es el calibrador o vernier. No todos estos aparatos son iguales, unos son mecánicos y otros, digitales. Unos tienen resoluciones de apenas 0.1 mm y otros, de 0.01 mm, ¡diez veces más! Así que para medir toda una muestra debemos usar el mismo instrumento.

El amigo del paleontólogo, el denominado calibrador. Aunque ya casi todos usamos digitales por aquello de disminuir el rango de error. Fotografía de Simon A. Eugster.

Pero eso no es todo, también existe el requisito de que todo debe ser medido por la misma persona. Y es así porque distintas personas pueden tomar los fósiles de distintas formas, afectando la medición resultante. Si ésta depende de milímetros de diferencia, ya erramos. Pero la precisión no sólo trata de instrumentos o medidores, también es de estados de ánimo. Puede sonar ridículo, pero es cierto. La misma persona obtiene medidas diferentes según su estado de ánimo. El medir no es una tarea tan simple como se suele suponer.

Los estados de ánimo afectan las mediciones que podamos tomar. Como cualquier cosa, si hacemos las cosas enojados o tristes salen mal.


3. Qué medimos.

Hasta ahora hemos "culpado" a los instrumentos y al medidor, pero ¿el objeto a medir también afecta nuestras mediciones? Bueno, no exactamente... El objeto "tiene la culpa", pero de no "decirnos" qué se le debe de medir exactamente. De tal forma que, el análisis de los datos resultará tan obtuso e inútil como nuestra propia capacidad e ingenio. Las nuevas herramientas de análisis nos permiten el escrutinio de elementos individuales, compararlos contra otros y más recientemente, descubrir la influencia conjunta de un número grande de características, analizar la forma general de todo un objeto mediante herramientas geométricas o analizar la influencia de fuerzas externas sobre los huesos y dientes, con las mismas herramientas con las que se analizan las piezas de u. transbordador espacial. Es posible que el paleontólogo se haga las preguntas adecuadas, pero que no tenga idea de qué medir o cómo analizarlo. En este caso, la idea bien puede morir en la desolación o ser ejecutada pobremente.

La morfometría geométrica puede responder muchas preguntas... Pero como toda herramienta, es tan útil como quién la sabe utilizar. Imagen tomada de aquí.


Estos tres aspectos son los más fáciles de detectar. Aún así, existen fuentes de error que son más sombrías. Aquellos que se bañan en las aguas de la estadística sabrán que existe "ruido" de fuentes desconocidas. De tal forma que aún no sabemos de dónde proceden todas las fuentes de error. Por ello es importante reconocer que la morfometría es una herramienta muy poderosa, pero ni es el fin de los estudios paleontológicos, ni está libre de errores.